La posmodernidad entendida por Jean-François Lyotard



La sociedad se queja. La sociedad replica ante la falta de valores imperantes, ante la pérdida de un objetivo común, ante el desencanto, ante la muerte del sujeto moderno, ante la desaparición de lo común, de lo universal y de lo homogéneo. El individuo posmoderno se pasea entre toneladas de información, utiliza un lenguaje problemático, busca el sentido a un mundo que ha perdido sus fundamentos, sus marcos referenciales. El individuo posmoderno patalea el suelo que pisa, se siente pequeño, perdido, y sobretodo, estafado.

Si algo caracteriza lo que Lyotard acuñó con el nombre de “posmodernidad” en su obra La condición posmoderna es el fin de los enormes mitos, de las grandes revoluciones, de la esperanza en una sociedad justa e igualitaria, si la posmodernidad tiene algo definitorio es el fin de los grandes metarrelatos. La cultura moderna ha tocado fondo y Lyotard es el encargado de hacer resonar su estrepitosa caída. 

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"Cosmovisión rebelde de la ciudad posmoderna" (2007)
Cosmovisión rebelde de la ciudad posmoderna
Cosmovisión rebelde de la ciudad posmoderna"

El antiguo humanismo ilustrado ha dejado de tener sentido. Auschwitz ha dilapidado la fe en aquel ideal hegeliano llevado a su máximo extremo por el nazismo. Marx tampoco se sentiría mucho mejor si supiera del fracaso de su proyecto. La antigua utopía colectiva ha perdido su sentido. Ya ni se sabe ni se puede saber nada, todo se vuelve relativo, no hay nada fijo ni tampoco nada estable.

El individuo posmoderno se ve incapaz de comunicar nada aún cuando tiene unas posibilidades enormes de transmitir información. La heterogeneidad ha ganado el terreno. Lo moderno había tenido siempre unidad, un afán explicativo de la realidad. Lo posmoderno pierde esa unidad, se vacía de contenido, se pierde la búsqueda de lo nuevo porque todo está ya escrito, únicamente nos queda la reconstrucción o la repetición infinita de lo ya dicho. Poco a poco la modernidad va agotándose en sí misma y dando paso a la sociedad posmoderna. La misma Europa ha perdido su unidad. El multiculturalismo atraviesa el modelo europeo central y unitario y lo resquebraja. Lo europeo deja de ser un modelo a seguir o a imponer, todo es ya igual de válido. La crisis posmoderna es una crisis que ahoga a todo Occidente, es ante todo una crisis de valores que arrasa con la tradición. La cultura y el hombre posmoderno se tornan pluriculturales.

Si bien la cultura moderna fue percibida como una postura provocadora, rupturista y “anti”, ahora, la cultura posmoderna se configura a sí misma como parte del sistema, reproduciendo o reconstruyendo la producción pasada. Si nos paramos a pensar vemos que estamos ante una lógica puramente capitalista, la cultura es ahora un objeto de consumo. El capitalismo ha ocupado el legado de los grandes metarrelatos anteriores convirtiéndose a sí mismo en una figura metafísica. Figura que Lyotard deja fuera de sus límites de análisis. Si bien es verdad que el metarrelato del capitalismo no está acabado, ya no sabe cómo legitimarse. Pocos individuos creen ya en aquella premisa de “todos nos enriqueceremos”.

La  crisis de la comunicación es la característica principal del mundo posmoderno. La posmodernidad explota el lenguaje gracias al desarrollo de las “media” y las técnicas de la información. El lenguaje se convierte en mercancía. Se crea un mercado de información y saber, el conocimiento será producido para ser vendido. El sujeto queda al amparo de los medios de comunicación, de la televisión o de internet, deja de pensar por sí mismo. La persona queda difuminada en el sistema, en la masa y deja paso al individuo. Un individuo falto de valores, egoísta, encerrado en sí mismo y en una lucha constante por su realización individual. La alteridad se difumina, el otro queda aparcado, ya no es necesario. La propia relación entre sujeto y objeto se parecerá cada vez más a la relación entre vendedor y consumidor. La realidad pierde así parte de su solidez y comienzan a difuminarse sus contornos a no distinguirse de la fantasía que poco a poco lo va impregnando todo.

La posmodernidad acrecienta los valores hedonistas, enfatiza la realización personal, el narcisismo, la acumulación de información; pero se olvida de los valores éticos y de los contenidos. La apatía y la indiferencia reinan entre la sociedad posmoderna, se pierde la credibilidad de las instituciones, el compromiso emocional con los demás. El sujeto no tiene nada nuevo que decir, se encuentra perdido.

Jean-François Lyotard
La muerte de Dios ha sido predicada por Nietzsche y ante la mortalidad el individuo no tiene apoyo alguno. Dios ha quedado fuera de la escena social y parece que ahora todo está permitido. Pero ante todo esto se levanta una paradoja, vivimos en la época de la fe, fe en todo lo posible.

Lyotard anuncia y pone sobre la mesa el fin de lo moderno, la construcción de algo nuevo, algo que acabará tildando de proceso cíclico para lavarse las manos antes las continuas críticas hacía su obra. Si estamos o no en un proceso cíclico no podemos afirmarlo, aún no hemos tenido tiempo suficiente para digerir la crisis de toda una tradición, de toda una forma de entender el mundo. Podemos afirmar sin embargo que estamos ante algo que ya ha dejado de pertenecer al mundo moderno.

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